Desde muy pequeño me apasionaban los
coches y las motos (y los camiones, las bicicletas...) y por supuesto
las carreras. Recién cumplidos los 18 años, una de las modalidades
de carreras que más me gustaban era la de turismos. Tras leer en
varias revistas (sobre todo francesas) reportajes del Campeonato de
Europa de Turismos y enterarme de que en el mes de septiembre se iba a celebrar una carrera de 4 Horas valedera para ese Campeonato en el
circuito del Jarama de Madrid (bueno, de San Sebastián de los Reyes) me planteé muy seriamente el ir a verla. Se lo comenté a mi amigo
Antonio y él no lo dudó ni un momento... ¿cuándo nos vamos?
El vehículo que disponíamos para el
viaje era mi fiel Vespa 75 que tenía desde hacía casi dos años y
en ella teníamos que cargar la tienda de campaña, las colchonetas,
los sacos y un montón de comida enlatada además de nosotros.
Unos días antes de salir la llevé al
taller para una pequeña revisión y sobre todo para quitar las
carbonilla de la lumbrera de escape, porque la moto tenía ya
bastantes kms.
La Vespa 75 y yo |
Así que una mañana temprano del mes de
septiembre de 1970 salimos con toda la ilusión del mundo hacia el
Jarama. Nos esperaban casi 700 kms. La primera parada fue cerca de Écija para echar gasolina y la siguiente en Córdoba... y ahí
empezaron nuestras desventuras.
De momento, cuando íbamos a hacer las
primeras fotos del viaje junto a uno de los puentes sobre el
Guadalquivir en Córdoba, no funcionó la pequeña cámara Kodak
Instamatic 100 que llevábamos. Poco después, cuando arranqué la moto
para continuar el viaje, empezó a ir mal, como sin fuerza y ya en la
carretera no pasaba de 40 km/h cuando lo normal es que alcanzara casi
los 70 a pesar de la carga. Desmonté la bujía, también el
carburador y nada, seguía igual. Y a velocidad de Vespino recién
salido de la tienda llegamos a Bailén donde, ya de noche, en un
taller miraron los platinos pero el mecánico me decía que eso sería
de la carbonilla del escape. Yo le decía que imposible, pues me lo
habían limpiado antes de salir de Cádiz, así que continuamos ruta.
Al poco rato paramos a pasar la noche
en un olivar junto a la carretera donde montamos la tienda de campaña
y entre dudas si volvernos para Cádiz o seguir hacia Madrid nos
quedamos dormidos. Antonio fue el que me animó a seguir, pues yo
estaba un poco decepcionado.
Pero antes de amanecer nos despertaron
unos golpes en la tienda de campaña... era una pareja de la Guardia
Civil a caballo que nos hizo salir de la tienda. ¿Qué sóis
maletillas? nos preguntaron y nosotros pensando ¿dónde habrán
visto éstos unos maletillas en Vespa y con tienda de campaña? ¿y
dónde estaban los toros? El caso es que nos obligaron a marcharnos
cuando todavía era de noche.
Total que algo cabreados por el
“plácido” despertar, seguimos recorriendo nuestra querida N-IV y
atravesamos Despeñaperros donde intenté de nuevo solucionar el
problema mecánico limpiando otra vez el carburador y vi que sin filtro de
aire parecía ir mejor, así que nos plantamos en La Mancha
circulando a 40 km/ por esa interminable recta. Por lo menos en Despeñaperros volvió a funcionar de nuevo la Kodak Instamatic...
Un descansito en Despeñaperros |
En el famoso salto del fraile |
Varias horas después llegamos a
Manzanares y encontramos un taller donde el mecánico volvió a decir
lo mismo de la carbonilla, así que esta vez accedí y, sin desmontar
el cilindro, limpió como mejor pudo la lumbrera y la moto volvió
otra vez a ser la que era, o sea, que casi alcanzaba los 70 en llano.
Con alegría, y recordando al mecánico
de Cádiz, continuamos camino hasta el Jarama atravesando Madrid con
emoción (entonces no existía ni la M-30) y por la tarde llegamos a
un camping que había cerca del circuito. ¡Lo logramos!
Por la mañana, a primera hora,
entramos en el circuito y pudimos movernos por el paddock y sacar
fotos a los coches que tantas veces habíamos visto en las revistas.
Y después disfrutar con la carrera.
En el paddock del Jarama |
Una vez terminada la carrera,
emprendimos el regreso por la tarde con el fin de, por lo menos
atravesar Madrid y quitarnos algunos kms.
Pudimos llegar hasta Ocaña e hicimos noche con nuestra tienda junto a unas obras que había
a pie de carretera pues estábamos más resguardados y además había
agua para lavarnos.
A la mañana siguiente, bien temprano
salimos para Cádiz donde llegamos por la noche tras recorrer ese día más
de 600 km ¡a 70 km/h en llano!
Este fue nuestro primer “gran viaje
en moto” y a pesar de lo que nos costó realizarlo nos hizo
aficionarnos aún más si cabe a esta forma de viajar y por supuesto
a la moto.
(P.D.: El pelo es auténtico, nada de peluquín, la Vespa me la robaron unos años después, pero la Kodak Instamatic 100 aún la conservo).
Qué delicia de viaje y unas fotos memorables!! :)
ResponderEliminarUn viaje...irrepetible desde luego. Gracias por seguir el blog
EliminarQue arte y que aficion...
Eliminarenvidia sana
Que bueno seguir conservando esa gran afición a la moto 10, 20, 30, 40 o mas años, disfrutándola y creando ambiente de disfrute a los demás.Ese gusanillo es un gran regalo de Dios y hay que transmitirlo y aprovecharlo
ResponderEliminarEsas Vespas eran increibles, podían con todo, se disfrutaban con tan solo echarle la vista y cuando la conducías te transportaba al mundo de la libertad motera sencilla, fácil e inolvidable.
ResponderEliminarLucaru
Muchas gracias por tus palabras y gracias por seguir el blog.
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