lunes, 2 de agosto de 2021

LA MOTO Y YO (Memorias de un motorista aficionado). 5ª Parte

 

DUCATI 500 DESMO: UNA RELACIÓN DE AMOR-ODIO

 

Estrené la Ducati Desmo 500 a principios de noviembre de 1978 y la tuve hasta junio de 1981. En ese tiempo le hice casi unos sufridos, pero al mismo tiempo disfrutados 30.000 kilómetros, sobre todo en excursiones o viajes.


En esos años de la segunda mitad de los años setenta, las fábricas españolas estaban muy activas y empezaron a comercializar motos de “gran cilindrada”. Lo de “gran” es referido a lo que se fabricaba en España hasta entonces.  Sanglas sacó la 400 con arranque eléctrico, OSSA por fin puso a la venta su Yankee 500, Ducati, a través de la filial española Mototrans, puso a la venta la Twin 500 bicilíndrica que al principio resultó un éxito comercial y finalmente un fiasco técnico. En cuanto a las marcas extranjeras, también había importadores muy activos, con BMW a la cabeza y también los de las marcas italianas como Laverda, Benelli y sobre todo Moto Guzzi, pero resultaban un poco caras por los aranceles que había que pagar para poder comprarlas en España. 

Y las japonesas, ni olerlas, salvo en Ceuta, Melilla o Canarias. Simplemente estaba prohibida su importación, supuestamente para proteger la “industria nacional”. Hay que tener en cuenta que todavía no estábamos en el Mercado Común, como se llamaba entonces la Comunidad Europea y así, mientras que un francés podía comprar una Honda 750 Four o una Kawasaki 900 por un precio muy inferior al que había que pagar aquí por una Ducati 500 o una OSSA Yankee, nosotros nos teníamos que conformar con verlas a los turistas que venían a disfrutar de nuestro sol o iban de camino a África.

Bueno, por aquí por Cádiz, sí que se veían motos inglesas de gran cilindrada con más frecuencia. Eran las que tenían los norteamericanos de la Base de Rota, además de los cochazos como Ford Mustang, Chevrolet Camaro y otros no cochazos como los Volkswagen "escarabajo". En cuanto a las motos, predominaban las Norton Comando, las Triumph y las BSA. Recuerdo dos modelos que me impactaron especialmente: la BSA Scrambler 650 y la 250, esta última porque la veía más asequible. Pero tanto los coches como las motos eran objetos de deseo vedados a los españolitos como nosotros que nos pasábamos buenos ratos pegados a los escaparates de las tiendas que había en el centro de Rota.


La BSA 650 Scrambler de 1969

La BSA Scrambler 250 de 1971

Y volviendo a la Ducati Desmo, recién comprada y después de pasado el rodaje, como ya alcanzaba una cierta velocidad y hacía bastantes excursiones, le puse un semicarenado Puig que le sentaba muy bien.

Casi estrenando la Desmo

Al poco tiempo de comprar la Ducati, mi amigo Jorge compró una BMW R-45 y juntos empezamos a salir frecuentemente, con nuestras esposas. 

Un poco más tarde, mi antiguo compañero de salidas José María (ver en este blog: aquí ) compró la BMW R-65 y así nos fuimos animando a salir cada vez más y ampliándose el grupo.

Rita y la BMW R-65 de José Mª

                             

Con Jorge y la Desmo, el mayor viaje fue a Suiza ( ver aquí)  y con José María un viaje por Portugal (ver aquí).

Rita se atrevía a llevar la Desmo ¿o era yo el que me atrevía a ir detrás?


Y SIN EMBARGO TE QUIERO...

Viajar o simplemente salir de excursión con la Desmo era una auténtica aventura. Andaba muy bien, frenaba aceptablemente, se tenía bien o al menos me lo parecía a mí, sobre todo después de ponerle unos amortiguadores traseros Marzocchi de aire, pero era raro el día que no me daba algún problema. No eran averías graves, pero te fastidiaban la excursión o el viaje. Los fallos más frecuentes eran: piñón de salida que se aflojaba, fusible que se fundía y se paraba la moto, fallos de carburación que hacía engrasar alguna bujía, cable de acelerador roto y el más grave, el motor se paró volviendo de Suiza. 

Arreglando el piñón de salida en una excursión

Pero como todas estas cosas ya las he contado en el artículo sobre mis motos, aquí voy a contar algunas batallitas inéditas acaecidas con la Desmo.



Algunas excursiones con la Desmo

El primer viaje de fin de semana con la Desmo, lo hicimos Rita y yo a Ronda y Marbella. Hasta llegar a Marbella por la sierra todo fue muy bien, bueno si exceptuamos la lluvia que nos acompañó ese primer día. La carretera de Ronda a San Pedro de Alcántara estaba cortada por obras y tuvimos que ir por El Burgo y el puerto del Viento, Yunquera y Ojén con unas carreteras más estrechas entonces y un buen tramo de noche. Aún así íbamos disfrutando con la Ducati. Pero al día siguiente, al poco de salir de Marbella por la costa, la moto empezaba a venirse abajo. Al principio pensaba que se podría haber mojado algo el día anterior, pero cuando parecía que se iba a parar volvía a funcionar bien. Y así, a trancas y barrancas llegamos a Cádiz. Luego me enteré que no había ni avería ni humedad ni nada… era la bolsa que le puse encima del tanque de gasolina, que impedía que entrase aire en el depósito,  produciendo un vacío que no dejaba llegar la gasolina a los carburadores. No sabía que la toma de aire para evitar ese vacío la hacía a través de la cerradura del tapón del depósito ni que la bolsa tapaba esa entrada de aire.

AUNQUE PAREZCA MENTIRA...

Una de las anécdotas más curiosas nos ocurrió a Rita y a mí en el último día del viaje de vuelta desde Suiza a Cádiz o, mejor dicho, en la última noche El enlace del relato del viaje lo puse más arriba, pero por si acaso lo incluyo otra vez aquí. Fueron una sucesión de cosas increíbles, pero de verdad que no son fruto de mi imaginación.


Junto al túnel del Mont-Blanc

Salimos de Valencia a las diez de la noche, después de esperar todo el día a que repararan el fallo que hizo que se parara el motor, llegando a la capital del Turia. Decidimos hacerlo por Almansa y Albacete, pensando que habría menos tráfico y poder ir más tiempo con la luz larga para más seguridad. 

El caso es que la carretera sí que estaba solitaria pero era muy estrecha. Pasada la medianoche paramos a tomar café en una venta que vimos abierta, (esto me ha sonado a Sabina) pero resultó que no tenían suministro de agua y por lo tanto la cafetera no funcionaba, así que nos conformamos con unas Coca-Colas. Al reemprender la marcha, después de arrancar y al ir a cambiar a segunda, la maneta del embrague estaba bloqueada. Decidí dar la vuelta y volver a la venta, porque por lo menos allí había luz, para ver qué pasaba. Pero al cambiar de sentido en esa carretera tan estrecha sin poder accionar el embrague, la moto se me caló y en ese mismo momento ocurrieron dos cosas: venía un coche en sentido contrario, que por poco nos atropella, ¡el único coche que nos encontramos en un buen rato! Menos mal que la moto tenía batería y las luces no se apagaron al calarse el motor, como habría ocurrido con las motos que tuve anteriormente, y el conductor del vehículo nos pudo ver y esquivarnos. Y la segunda cosa fue que, al mismo tiempo del susto del coche nos llevamos otro susto porque, justo donde se paró la moto, en el suelo había ¡una serpiente! Le dije a Rita que me ayudase a empujar con los pies y me dijo que ni hablar, que ella no ponía los pies en el suelo. La idea era dar un impulso después de poner punto muerto y tras accionar el arranque, poner la primera y así volver a la venta. Al final, tuve que impulsar yo sólo a la moto con la carga y con riesgo de ser "devorado por la serpiente"…

No pasó nada de eso, pero cuando llegamos al aparcamiento de gravilla de la venta y miré el motor para ver qué pasaba, me di cuenta de que en el hueco por donde se deslizaba la varilla del embrague se había metido una pequeña piedra que habría sido impulsada por la pata de cabra al recogerse y que impedía el movimiento de dicha varilla y en consecuencia, el funcionamiento del embrague. Sentí una mezcla de cabreo y alivio por lo que pudo haber pasado: ser atropellados por un coche y ser "devorados" por una serpiente en plena oscuridad de La Mancha. Lo de ser devorados lo digo de cachondeo, pero el bicho, o mejor la bicha, también nos dio un buen susto. El alivio también vino porque en este caso no había existido ninguna avería.

Tras recuperarnos de los sustos, con el transcurrir de los kilómetros, lentamente amaneció (esto me ha sonado a Joan Baptista Humet) y llegamos a Cádiz por la mañana.


En otro viaje al Jarama a ver un Gran Premio del Campeonato del Mundo con un grupo de amigos, en el que no sé por qué razón, me quedé rezagado del grupo por la recta de La Mancha y empecé a “pegarle” a la Ducati para alcanzarlos hasta que de repente… se paró. Pero tuvo a bien hacerlo frente a una venta donde estaban mis amigos esperándome. Entre ellos estaba el mecánico que trabajaba en el taller donde llevaba la Desmo y lo solucionó rápidamente. Era el fusible principal que daba corriente a toda la moto. Pero todavía no me explico la casualidad de que se parara allí precisamente…

 

A punto de salir para Madrid. En el centro, yo sin casco.

Después de dos años y medio de disfrutar-sufrir la Ducati Desmo 500 y en vista de que viajábamos bastante, decidí comprar una moto de más cilindrada y ¡con cardan! Mi primera intención fue comprar una BMW 100 RS pero no me salían las cuentas. Finalmente me decidí por la Moto Guzzi 850 T3, marca que vendía en Cádiz Enrique Payán.








2 comentarios:

  1. Pura historia de nuestro motociclismo hispánico en tiempos de penuria restricciones... Felicidades por los artículos del Blog.

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  2. Muchas gracias, Gregg
    Pero no fueron tan malos tiempos...

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